"Jesús se hizo niño. ¿Qué es eso de ser niño? Significa, ante todo, que se depende, que se recurre, que se necesita, que se remite uno a otro. Llama la atención el señalado puesto que Jesús asigna a la infancia en la condición humana: «Os aseguro que si no cambiáis y os hacéis como los niños, no entraréis en el reino de los cielos» (Mt 18, 3). ¿Qué es eso tan propio de la niñez, para que Jesús lo tenga por tan insustituible? Pensemos que el título teológico central de Jesús es el Hijo. La orientación de su vida, el arraigo y meta que le marcaron tiene un nombre: Abba, Padre amado. Jamás se sintió solo: hasta el último grito en la cruz, estuvo todo él tendido hacia el otro al que llamaba Padre. Podemos, pues decir que la niñez ocupa un lugar tan destacado en la predicación de Jesús porque está en la más profunda correspondencia con su más personal misterio, con su filiación. Su dignidad más alta, la que remite a su divinidad, no es en último término un poder del que él disfruta, sino que se funda en su referencia al otro, a Dios, al Padre...
El hombre quiere ser Dios y debe serlo. Pero cuando intenta alcanzarlo, como en la eterna charla con la serpiente del paraíso, emancipándose de Dios y de sus creación, alzándose sobre y ante sí, cuando, en una palabra, se hace completamente adulto, totalmente emancipado y echa a un lado la niñez como forma de existencia, entonces termina en nada, porque se pone en contra de su verdad, que consiste en remitirse a alguien. Sólo cuando se conserva el núcleo más íntimo de la niñez, la existencia filial vivida por Jesús, entra con el Hijo en la divinidad de Dios."
El hombre quiere ser Dios y debe serlo. Pero cuando intenta alcanzarlo, como en la eterna charla con la serpiente del paraíso, emancipándose de Dios y de sus creación, alzándose sobre y ante sí, cuando, en una palabra, se hace completamente adulto, totalmente emancipado y echa a un lado la niñez como forma de existencia, entonces termina en nada, porque se pone en contra de su verdad, que consiste en remitirse a alguien. Sólo cuando se conserva el núcleo más íntimo de la niñez, la existencia filial vivida por Jesús, entra con el Hijo en la divinidad de Dios."
Joseph Ratzinger
- Joseph Ratzinger (*1927), El Dios de los cristianos. Meditaciones, Sígueme, Salamanca 2005, pp. 72-74 [extractos].
- Andrea Mantegna (1431-1506), Madonna col Bambino dormente (ca 1465-1470), Gemäldegalerie, Berlín