viernes, 30 de diciembre de 2011

Ratzinger - Puer natus est nobis, et filius datus est nobis


"Jesús se hizo niño. ¿Qué es eso de ser niño? Significa, ante todo, que se depende, que se recurre, que se necesita, que se remite uno a otro. Llama la atención el señalado puesto que Jesús asigna a la infancia en la condición humana: «Os aseguro que si no cambiáis y os hacéis como los niños, no entraréis en el reino de los cielos» (Mt 18, 3). ¿Qué es eso tan propio de la niñez, para que Jesús lo tenga por tan insustituible? Pensemos que el título teológico central de Jesús es el Hijo. La orientación de su vida, el arraigo y meta que le marcaron tiene un nombre: Abba, Padre amado. Jamás se sintió solo: hasta el último grito en la cruz, estuvo todo él tendido hacia el otro al que llamaba Padre. Podemos, pues decir que la niñez ocupa un lugar tan destacado en la predicación de Jesús porque está en la más profunda correspondencia con su más personal misterio, con su filiación. Su dignidad más alta, la que remite a su divinidad, no es en último término un poder del que él disfruta, sino que se funda en su referencia al otro, a Dios, al Padre...

El hombre quiere ser Dios y debe serlo. Pero cuando intenta alcanzarlo, como en la eterna charla con la serpiente del paraíso, emancipándose de Dios y de sus creación, alzándose sobre y ante sí, cuando, en una palabra, se hace completamente adulto, totalmente emancipado y echa a un lado la niñez como forma de existencia, entonces termina en nada, porque se pone en contra de su verdad, que consiste en remitirse a alguien. Sólo cuando se conserva el núcleo más íntimo de la niñez, la existencia filial vivida por Jesús, entra con el Hijo en la divinidad de Dios."

Joseph Ratzinger



domingo, 25 de diciembre de 2011

Ratzinger - El Verbo se hizo carne



"En Navidad no celebramos el día del nacimiento de un gran hombre cualquiera como los hay tantos. Tampoco celebramos simplemente el misterio de la infancia. Si no tuviéramos otra cosa que celebrar más que el idilio del nacimiento y del ser niño, al final no nos quedaría idilio alguno. Al final sólo nos queda el eterno morir y devenir, y se puede preguntar si el nacer no es propiamente algo triste, puesto que, al fin y al cabo, no conduce sino a la muerte. Por eso es tan importante que, aquí, haya sucedido algo más: el Verbo se hizo carne."
Joseph Ratzinger



viernes, 23 de diciembre de 2011

Issa - Haikú: Las hojas que caen


Kobayashi Issa (1763-1827)

       Las hojas que caen
            aumentan el frío
en silencio       




miércoles, 21 de diciembre de 2011

Eliot - The Cultivation of Christmas Trees (1950)


The Cultivation of Christmas Trees (1950)

There are several attitudes towards Christmas,
Some of which we may disregard:
The social, the torpid, the patently commercial,
The rowdy (the pubs being open till midnight),
And the childish — which is not that of the child>
For whom the candle is a star, and the gilded angel
Spreading its wings at the summit of the tree
Is not only a decoration, but an angel.

The child wonders at the Christmas Tree:
Let him continue in the spirit of wonder
At the Feast as an event not accepted as a pretext;
So that the glittering rapture, the amazement
Of the first-remembered Christmas Tree,
So that the surprises, delight in new possessions
(Each one with its peculiar and exciting smell),
The expectation of the goose or turkey
And the expected awe on its appearance,

So that the reverence and the gaiety
May not be forgotten in later experience,
In the bored habituation, the fatigue, the tedium,
The awareness of death, the consciousness of failure,
Or in the piety of the convert
Which may be tainted with a self-conceit
Displeasing to God and disrespectful to children
(And here I remember also with gratitude
St. Lucy, her carol, and her crown of fire):

So that before the end, the eightieth Christmas
(By “eightieth” meaning whichever is last)
The accumulated memories of annual emotion
May be concentrated into a great joy
Which shall be also a great fear, as on the occasion
When fear came upon every soul:
Because the beginning shall remind us of the end
And the first coming of the second coming.


Thomas Stearns Eliot, Ariel Poems (1927-1954)
[Traducción]



  • T.S. Eliot, "The Cultivation of Christmas Trees", de Ariel Poems, en T.S. Eliot, Collected Poems 1909-1962, Faber & Faber, London 1974 [repr. 1989], pp. 117-118.
  • Jorge Barrios, Árbol de Navidad (2007)

Eliot - El cultivo de los árboles de Navidad (1950)


El cultivo de los árboles de Navidad (1950)

Hay muchas actitudes hacia la Navidad,
algunas de las cuales podemos desechar:
la social, la torpe, la abiertamente comercial,
la juerguista (los bares abiertos hasta medianoche)
y la pueril — que no es la del niño
para quien la vela es una estrella y el ángel dorado
que despliega sus alas en la cima del árbol

es no un simple adorno, sino un ángel.

El niño se embelesa ante el Árbol de Navidad:
dejadle conservar ese espíritu de admiración
ante la Fiesta en cuanto evento no aceptado como pretexto;
de modo que el arrebato centelleante, la maravilla
del primer Árbol de Navidad recordado,
de modo que las sorpresas, el deleite en nuevas posesiones
(cada cual con su peculiar y emocionante olor),
la expectativa del ganso o del pavo
y el esperado sobrecogimiento ante su aparición,

de modo que la reverencia y la alegría
no lleguen a olvidarse en la experiencia posterior,
en el aburrido acostumbramiento, la fatiga, el tedio,
la certeza de la muerte, la conciencia del fracaso,
o en la piedad del converso,
que puede estar teñida de arrogancia
desagradable a Dios e irrespetuosa hacia los niños
(y aquí recuerdo también con gratitud
a santa Lucía, su canción y su corona de fuego):

de modo que antes del fin, la octogésima Navidad
(entendiendo por “octogésima” la última),
los recuerdos acumulados de la emoción anual
puedan concentrase en un gran gozo
que será también un gran temor, como en la ocasión
en que el temor desciende a cada alma:
porque el principio nos rememorará el final
y la primera venida, la segunda venida.

Thomas Stearns Eliot, Poemas de Ariel (1927-1954)





Licencia Creative CommonsLa traducción al castellano de T.S. Eliot: "The Cultivation of Christmas Trees", por José Escudero se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 3.0 Unported.

martes, 20 de diciembre de 2011

Pilinszky - Introitusz


Introitusz

Ki nyitja meg a betett könyvet?
Ki szegi meg a töretlen időt?
Lapozza fel hajnaltól-hajnalig
emelve és ledöntve lapjait?

Az ismeretlen tűzvészébe nyúlni
ki merészel közülünk? S ki merészel
a csukott könyv leveles sürüjében,
ki mer kutatni? S hogy mer puszta kézzel?

És ki nem fél közülünk? Ki ne félne,
midőn szemét az Isten is lehúnyja,
és leborúlnak minden angyalok,
és elsötétűl minden kreatúra?

A bárány az, ki nem fél közülünk,
egyedül ő, a bárány, kit megöltek.
Végigkocog az üvegtengeren
és trónra száll. És megnyitja a könyvet.

Pilinszky János, Nagyvárosi ikonok (1959-1970)


Lectura del poema por János Pilinszky




Pilinszky - Introito


Introito

¿Quién abrirá el libro sellado?
¿Quién quebrará el tiempo intacto?
¿Quién indagará del alba al alba,
alzando y abatiendo, sus páginas?

A las llamas de lo ignoto, ¿quién de nosotros
osará allegarse? ¿Y quién, quién osará escrutar
las compactas hojas del libro cerrado?
¿Quién osará hacerlo con la mano desnuda?

¿Y quién de nosotros no temerá? ¿Quién no temerá,
cuando incluso Dios cierra los ojos,
y se postran todos los ángeles,
y se entenebran todas las criaturas?

El cordero es quien de nosotros no temerá,
sólo él, el cordero, que fue inmolado.
Atraviesa el mar de vidrio
y sube al trono. Y abre el libro.


János Pilinszky, Iconos de la ciudad (1959-1970)
[Original húngaro] [Audición]





Licencia Creative CommonsLa traducción de János Pilinszky "Introitusz" al castellano por José Escudero se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 3.0 Unported.

Pilinszky - Introitusz [audición]


Introitusz

Ki nyitja meg a betett könyvet?
Ki szegi meg a töretlen időt?
Lapozza fel hajnaltól-hajnalig
emelve és ledöntve lapjait?

Az ismeretlen tűzvészébe nyúlni
ki merészel közülünk? S ki merészel
a csukott könyv leveles sürüjében,
ki mer kutatni? S hogy mer puszta kézzel?

És ki nem fél közülünk? Ki ne félne,
midőn szemét az Isten is lehúnyja,
és leborúlnak minden angyalok,
és elsötétűl minden kreatúra?

A bárány az, ki nem fél közülünk,
egyedül ő, a bárány, kit megöltek.
Végigkocog az üvegtengeren
és trónra száll. És megnyitja a könyvet.

[Traducción]
Introito

¿Quién abrirá el libro sellado?
¿Quién quebrará el tiempo intacto?
¿Quién indagará del alba al alba,
alzando y abatiendo, sus páginas?

A las llamas de lo ignoto, ¿quién de nosotros
osará allegarse? ¿Y quién, quién osará escrutar
las compactas hojas del libro cerrado?
¿Quién osará hacerlo con la mano desnuda?

¿Y quién de nosotros no temerá? ¿Quién no temerá,
cuando incluso Dios cierra los ojos,
y se postran todos los ángeles
y se entenebran todas las criaturas?

Es el cordero quien de nosotros no temerá,
sólo él, el cordero, que fue inmolado.
Atraviesa el mar de vidrio
y sube al trono. Y abre el libro.

Lectura del poema por János Pilinszky



Licencia Creative CommonsLa traducción al castellano de János Pilinszky: "Introitusz", por José Escudero se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 3.0 Unported.

Pórtico - Καὶ ἐγὼ ἔκλαιον πολὺ


Καὶ εἶδον ἐπὶ τὴν δεξιὰν τοῦ καθημένου ἐπὶ τοῦ θρόνου
βιβλίον γεγραμμένον ἔσωθεν καὶ ὄπισθεν
κατεσφραγισμένον σφραγῖσιν ἑπτά.



καὶ εἶδον ἄγγελον ἰσχυρὸν
κηρύσσοντα ἐν φωνῇ μεγάλῃ, 
Τίς ἄξιος ἀνοῖξαι τὸ βιβλίον 
καὶ λῦσαι τὰς σφραγῖδας αὐτοῦ; 

καὶ οὐδεὶς ἐδύνατο 
ἐν τῷ οὐρανῷ 
οὐδὲ ἐπὶ τῆς γῆς 
οὐδὲ ὑποκάτω τῆς γῆς 
ἀνοῖξαιτὸ βιβλίον 
οὔτε βλέπειν αὐτό. 

καὶ ἐγὼ ἔκλαιον πολὺ, 
ὅτι οὐδεὶς ἄξιος εὑρέθη 
ἀνοῖξαι τὸ βιβλίον 
οὔτε βλέπειν αὐτό.


Después vi en la mano derecha de aquel que estaba sentado en el trono un libro escrito por dentro y por fuera, y sellado con siete sellos. Y vi a un Ángel poderoso que proclamaba en alta voz: «¿Quién es digno de abrir el libro y de romper sus sellos?». Pero nadie, ni en el cielo ni en la tierra ni debajo de ella, era capaz de abrir el libro ni de leerlo. Y yo me puse a llorar porque nadie era digno de abrir el libro ni de leerlo (Apocalipsis, 5, 1-4a).