lunes, 30 de abril de 2012

Bashō - Haikú: ¿De dónde esa pereza? (1691)


.不精さや掻き起されし春の雨
bushōsa ya / kakiokosareshi / haru no ame

  ¿De dónde esa pereza?
Hoy casi no han podido despertarme...
Suena la lluvia de primavera   

Matsuo Bashō (1644-1694)



domingo, 22 de abril de 2012

Ungaretti - Mio fiume anche tu (1943-1944)



Mio fiume anche tu (1943-1944)

1

Mio fiume anche tu, Tevere fatale,
Ora che notte già turbata scorre;
Ora che persistente
E come a stento erotto dalla pietra
Un gemito d'agnelli si propaga
Smarrito per le strade esterrefatte;
Che di male l'attesa senza requie,
Il peggiore dei mali,
Che l'attesa di male imprevedibile
Intralcia animo e passi;
Che singhiozzi infiniti, a lungo rantoli
Agghiacciano le case tane incerte;
Ora che scorre notte già straziata,
Che ogni attimo spariscono di schianto
O temono l'offesa tanti segni
Giunti, quasi divine forme, a splendere
Per ascensione di millenni umani;
Ora che già sconvolta scorre notte,
E quanto un uomo può patire imparo;
Ora ora, mentre schiavo
Il mondo d'abissale pena soffoca;
Ora che insopportabile il tormento
Si sfrena tra i fratelli in ira a morte;
Ora che osano dire
Le mie blasfeme labbra:
"Cristo, pensoso palpito,
Perchè la Tua bontà
S'è tanto allontanata?"
2

Ora che pecorelle cogli agnelli
Si sbandano stupite e, per le strade
Che già furono urbane, si desolano;
Ora che prova un popolo
Dopo gli strappi dell'emigrazione,
La stolta iniquità
Delle deportazioni;
Ora che nelle fosse
Con fantasia ritorta
E mani spudorate
Dalle fattezze umane l'uomo lacera
L'immagine divina
E pietà in grido si contrae di pietra;
Ora che l'innocenza
Reclama almeno un eco,
E geme anche nel cuore più indurito;
Ora che sono vani gli altri gridi;
Vedo ora chiaro nella notte triste.
Vedo ora nella notte triste, imparo,
So che l'inferno s'apre sulla terra
Su misura di quanto
L'uomo si sottrae, folle,
Alla purezza della Tua passione.

3

Fa piaga nel Tuo cuore
La somma del dolore
Che va spargendo sulla terra l'uomo;
Il Tuo cuore è la sede appassionata
Dell'amore non vano.
Cristo, pensoso palpito,
Astro incarnato nell'umane tenebre,
Fratello che t'immoli
Perennemente per riedificare
Umanamente l'uomo,
Santo, Santo che soffri,
Maestro e fratello e Dio che ci sai deboli,
Santo, Santo che soffri
Per liberare dalla morte i morti
E sorreggere noi infelici vivi,
D'un pianto solo mio non piango più,
Ecco, Ti chiamo, Santo,
Santo, Santo che soffri.

Giuseppe Ungaretti, en Il Dolore (1947): "Roma occupata"


  • Giuseppe Ungaretti (1888-1970), Il Dolore, Mondadori, Milano 1947: "Roma occupata"

martes, 17 de abril de 2012

Ungaretti - I fiumi (1916)

I fiumi
Cotici il 16 agosto 1916

Mi tengo a quest’albero mutilato
Abbandonato in questa dolina
Che ha il languore
Di un circo
Prima o dopo lo spettacolo
E guardo
Il passaggio quieto
Delle nuvole sulla luna

Stamani mi sono disteso
In un’urna d’acqua
E come una reliquia
Ho riposato

L’Isonzo scorrendo
Mi levigava
Come un suo sasso
Ho tirato su
Le mie quattro ossa
E me ne sono andato
Come un acrobata
Sull’acqua

Mi sono accoccolato
Vicino ai miei panni
Sudici di guerra
E come un beduino
Mi sono chinato a ricevere
Il sole

Questo è l’Isonzo
E qui meglio
Mi sono riconosciuto
Una docile fibra
Dell’universo

Il mio supplizio
È quando
Non mi credo
In armonia

Ma quelle occulte
Mani
Che m’intridono
Mi regalano
La rara
Felicità

Ho ripassato
Le epoche
Della mia vita

Questi sono
I miei fiumi

Questo è il Serchio
Al quale hanno attinto
Duemil’anni forse
Di gente mia campagnola
E mio padre e mia madre.

Questo è il Nilo
Che mi ha visto
Nascere e crescere
E ardere d’inconsapevolezza
Nelle distese pianure

Questa è la Senna
E in quel suo torbido
Mi sono rimescolato
E mi sono conosciuto

Questi sono i miei fiumi
Contati nell’Isonzo

Questa è la mia nostalgia
Che in ognuno
Mi traspare
Ora ch’è notte
Che la mia vita mi pare
Una corolla
Di tenebre

Giuseppe Ungaretti, en L'Allegria (1931): "Il porto sepolto"


  • Giuseppe Ungaretti (1888-1970), L'Allegria, Preda, Milano 1931: "Il porto sepolto".


Ungaretti - I fiumi (1916) [Recitación]



martes, 10 de abril de 2012

Ratzinger - La cuestión de Job (5/5)


[5. El sentido del sacrificio]

"El hombre, imagen de Dios: una imagen muy deformada que nos mira. En puridad, esa palabra vale sólo para Jesucristo: él es la imagen restaurada de Dios. Pero ¿a qué Dios vemos en ella? Por causa de una teología mal entendida, muchos han percibido ahí una falsa imagen: la imagen de un Dios cruel que pide la sangre de su propio Hijo. Han descifrado la imagen de los amigos de Job y se han apartado con horror de este Dios. Sin embargo, es justamente todo lo contrario: el Dios bíblico no quiere víctimas humanas. Allí donde él se presenta, en la historia religiosa, cesan los sacrificios humanos. Antes de que Abrahán ponga la mano sobre Isaac, se lo impide el mandato divino: el carnero sustituye al niño. Así comienza el culto a Yahvé: la inmolación del primogénito que pide la religión ancestral de Abrahán es relevada por la obediencia, por la fe; el sustituto externo, el carnero, no es más que expresión de este proceso más hondo, que no es sustitución, sino acceso a lo esencial. Para el Dios de Israel, el sacrificio humano es una abominación: Moloc, el dios de los sacrificios humanos, es la quintaesencia del falso dios, al que se opone la fe yahvista. Servicio divino, para el Dios de Israel, no es la muerte del hombre, sino su vida. Ireneo de Lyón acuñó para esta idea la hermosa fórmula: «Gloria Dei homo vivens», el hombre viviente es la gloria de Dios. Esta es la clase de sacrificio humano, de servicio divino que él pide (Adv. haer. IV, 20, 7). Pero ¿qué significa entonces la cruz del Señor? Es la forma que toma aquel amor que ha aceptado al hombre por completo, aun en su culpa y, por lo tanto, aun en su muerte, hasta las cuales ha descendido. Así llegó a ser sacrificio: en cuanto amor sin límites que carga a hombros con el hombre, como con la oveja perdida, y lo conduce de nuevo al Padre, a través de la noche del pecado. Desde ese momento existe una nueva clase de sufrimiento: el sufrimiento no como maldición, sino como amor que transforma el mundo."

[Todo]
Joseph Ratzinger




domingo, 8 de abril de 2012

Ratzinger - La cuestión de Job (4/5)


[4. Jesucristo resucitado]

"Tenemos que dar aún un paso más. La cruz no quedó como última palabra de Dios en Jesucristo. La tumba no lo retuvo. Resucitó y Dios nos habla por medio del resucitado. En el infierno, el rico epulón rogaba que Lázaro se apareciese a sus hermanos y les avisara de su cruel destino: creerían, piensa él, si alguien resucitara de entre los muertos (Lc 16, 27s). Ahora bien, el verdadero Lázaro ha venido. Está ahí y nos dice: esta vida no lo es todo. Hay una eternidad. Mantener esto hoy, en teología, para muchos resulta muy poco moderno. El tema del otro mundo tiene todos los visos de una evasión del presente. Pero, si ese tema es verdadero, ¿se puede pasar por alto?, ¿se puede desdeñar como consuelo?, ¿no es lo que da precisamente a la vida seriedad, libertad, esperanza?"


Joseph Ratzinger




miércoles, 4 de abril de 2012

Ratzinger - La cuestión de Job (2/5)


[2. La respuesta a Job]

"Sólo Dios puede responder. No lo ha hecho de modo definitivo. No lo ha hecho de forma que la respuesta pueda exponerse a la vista y pronunciarse. Pero tampoco ha callado del todo. Por supuesto, falta su última palabra. Comienza solamente con la resurrección de Jesús. Y siempre ocurre de manera que no sólo el entendimiento humano, sino incluso el corazón la solicita. Esto comienza ya en Job: Dios interviene en el debate. No se pone del lado de sus defensores. Rechaza como blasfema aquella apología que le convierte en ejecutor de una justicia conmutativa minuciosamente contabilizada. No le ha ofendido Job con sus gritos, sino la exactitud de quienes hacían pasar el semblante de Dios por un terrible mecanismo de retribuciones. Pero se esclarece para Job. Sólo se le manifiesta su pequeñez, la pobreza de la perspectiva desde la que mira el mundo. Aprende a callar, a estar en silencio, a esperar. Se le ensancha el corazón, nada más. Esta humildad del silencio es muy importante como primer paso en la sabiduría. Pues resulta sorprendente que las quejas contra Dios sólo en una mínima parte procedan de los dolientes de este mundo, y que en su mayor parte provengan de los espectadores saturados que nunca han sufrido. Los dolientes han aprendido a ver. Cada uno tiene su propio destino ante Dios; no se puede contar a los hombres por cantidades, como si fueran productos. En este mundo, la alabanza sale de los hornos donde tantos se abrasan: el relato de los tres jóvenes en el horno encendido contiene una verdad más profunda que la que se expresa en los tratados eruditos."


Joseph Ratzinger




lunes, 2 de abril de 2012

Ratzinger - La cuestión de Job (1/5)


[1. El grito de Job]

"Solamente el hombre es imagen de Dios. Cuando se piensa sobre esto de forma más concreta, se puede caer en una terrible sensación. Seguramente se repiten los momentos dichosos en los que algo de Dios se hace visible en el ser humano. Afortunadamente Dios brilla a veces a través del hombre. Pero nuestra experiencia está marcada con mayor fuerza por lo contrario: el hombre, en su historia, parece demostrar más la existencia de un demonio —o al menos la de un ser ambiguo— que la de un Dios bueno. El hombre refuta a este Dios, al que señala la creación. Junto a la culpa del hombre, con toda la opacidad que de ella brota, está el incomprensible sufrimiento de los inocentes, la más tremenda denuncia elevada contra Dios en un coro de resonancias cada vez más ásperas, desde Job hasta Dostoyevski y Auschwitz. Job no puede aceptar la apología de Dios con la que sus amigos tratan de explicar sus sufrimientos; esta apología no es otra cosa que la sabiduría de Israel hasta entonces válida: según ésta, el sufrimiento es castigo del pecado, y el bienestar, premio del bien; de esta suerte el mundo aparece como un sistema de estricta justicia que premia o castiga, aun cuando no siempre acertemos a ver el fundamento de las sanciones. Tras el grito de Job están hoy los millones de personas que desaparecieron anónimamente en las cámaras de gas de Auschwitz o en las cárceles de las dictaduras de izquierdas o de derechas. «¿Dónde está vuestro Dios?», gritan cada vez más alto los acusadores. Ciertamente, en esas palabras hay a menudo más cinismo que respeto real ante lo terrible del sufrimiento humano. Pero la acusación es verdadera. ¿Dónde estás, Dios? ¿Quién eres, que callas?"


Joseph Ratzinger