miércoles, 4 de abril de 2012

Ratzinger - La cuestión de Job (2/5)


[2. La respuesta a Job]

"Sólo Dios puede responder. No lo ha hecho de modo definitivo. No lo ha hecho de forma que la respuesta pueda exponerse a la vista y pronunciarse. Pero tampoco ha callado del todo. Por supuesto, falta su última palabra. Comienza solamente con la resurrección de Jesús. Y siempre ocurre de manera que no sólo el entendimiento humano, sino incluso el corazón la solicita. Esto comienza ya en Job: Dios interviene en el debate. No se pone del lado de sus defensores. Rechaza como blasfema aquella apología que le convierte en ejecutor de una justicia conmutativa minuciosamente contabilizada. No le ha ofendido Job con sus gritos, sino la exactitud de quienes hacían pasar el semblante de Dios por un terrible mecanismo de retribuciones. Pero se esclarece para Job. Sólo se le manifiesta su pequeñez, la pobreza de la perspectiva desde la que mira el mundo. Aprende a callar, a estar en silencio, a esperar. Se le ensancha el corazón, nada más. Esta humildad del silencio es muy importante como primer paso en la sabiduría. Pues resulta sorprendente que las quejas contra Dios sólo en una mínima parte procedan de los dolientes de este mundo, y que en su mayor parte provengan de los espectadores saturados que nunca han sufrido. Los dolientes han aprendido a ver. Cada uno tiene su propio destino ante Dios; no se puede contar a los hombres por cantidades, como si fueran productos. En este mundo, la alabanza sale de los hornos donde tantos se abrasan: el relato de los tres jóvenes en el horno encendido contiene una verdad más profunda que la que se expresa en los tratados eruditos."


Joseph Ratzinger