lunes, 2 de abril de 2012

Ratzinger - La cuestión de Job (1/5)


[1. El grito de Job]

"Solamente el hombre es imagen de Dios. Cuando se piensa sobre esto de forma más concreta, se puede caer en una terrible sensación. Seguramente se repiten los momentos dichosos en los que algo de Dios se hace visible en el ser humano. Afortunadamente Dios brilla a veces a través del hombre. Pero nuestra experiencia está marcada con mayor fuerza por lo contrario: el hombre, en su historia, parece demostrar más la existencia de un demonio —o al menos la de un ser ambiguo— que la de un Dios bueno. El hombre refuta a este Dios, al que señala la creación. Junto a la culpa del hombre, con toda la opacidad que de ella brota, está el incomprensible sufrimiento de los inocentes, la más tremenda denuncia elevada contra Dios en un coro de resonancias cada vez más ásperas, desde Job hasta Dostoyevski y Auschwitz. Job no puede aceptar la apología de Dios con la que sus amigos tratan de explicar sus sufrimientos; esta apología no es otra cosa que la sabiduría de Israel hasta entonces válida: según ésta, el sufrimiento es castigo del pecado, y el bienestar, premio del bien; de esta suerte el mundo aparece como un sistema de estricta justicia que premia o castiga, aun cuando no siempre acertemos a ver el fundamento de las sanciones. Tras el grito de Job están hoy los millones de personas que desaparecieron anónimamente en las cámaras de gas de Auschwitz o en las cárceles de las dictaduras de izquierdas o de derechas. «¿Dónde está vuestro Dios?», gritan cada vez más alto los acusadores. Ciertamente, en esas palabras hay a menudo más cinismo que respeto real ante lo terrible del sufrimiento humano. Pero la acusación es verdadera. ¿Dónde estás, Dios? ¿Quién eres, que callas?"


Joseph Ratzinger