jueves, 7 de junio de 2012

Ratzinger - Compañero de nuestra vida


¿Qué nación hay tan grande
que tenga dioses tan cercanos a ella
como lo está de nosotros el Señor nuestro Dios
siempre que le invocamos?


Deuteronomio 4,7



"Dios en la Eucaristía llega a ser realmente compañero de nuestra vida. Se hizo carne, para poder ser pan. Se ha introducido en el «fruto de la tierra y del trabajo del hombre»; se ha puesto en nuestras manos y se ha introducido en nuestro corazón. Dios no es el gran desconocido, al que sólo podemos confusamente vislumbrar. Nosotros no hemos de temer, como los gentiles, que él tal vez sea caprichoso o cruel, demasiado grande o demasiado lejano para escuchar a los hombres. Él está ahí y nosotros sabemos siempre dónde podemos encontrarlo, dónde se deja encontrar y nos espera. Hoy nos debe penetrar de nuevo en el alma esto: Dios está cerca de nosotros. Dios nos conoce. Dios nos espera en Jesucristo, presente en el santo sacramento. ¡No le hagamos esperar en vano! No pasemos de largo ante lo más importante y grandioso que se nos ha ofrecido en nuestra vida, debido a nuestra distracción y a nuestra pereza. Con esta lectura de hoy hemos de dejarnos recordar de nuevo el misterio admirable que esconden los muros de nuestros templos. No pasemos descuidadamente de largo por ellos. Tomémonos también algún tiempo durante la semana, entremos al pasar y permanezcamos un momento ante el Señor, que está tan cerca. Nuestras iglesias no deberían ser durante el día casas muertas, que están ahí, vacías y aparentemente sin ninguna finalidad. Siempre sale de dentro de ellas una invitación de Jesucristo. Siempre habita en ellas esa santa vecindad nuestra, que siempre nos está llamando e invitando. Lo más hermoso de las iglesias católicas es justamente que en ellas siempre hay liturgia, porque en ellas siempre permanece la presencia eucarística del Señor.

Y una segunda cosa: no olvidemos nunca que el domingo es el día del Señor. Y no es capricho de la Iglesia que reclame de nosotros la asistencia a la misa dominical; no se trata de una obligación impuesta desde fuera, sino que participar con el Señor de la reunión pascual, del misterio pascual, es el derecho regio de los cristianos. El Señor convirtió el primer día de la semana en su día, en el cual él viene hasta nosotros, pone la mesa para nosotros y nos invita a llegarnos a él. Del fragmento del Antiguo Testamento que hoy nos ocupa deducimos que los israelitas consideraron la cercanía de Dios no como una carga, sino como la razón de su orgullo y de su alegría. De hecho la reunión dominical con el Señor no es una carga, sino gracia, regalo, que ilumina toda la semana; y nos engañamos a nosotros mismos si nos privamos de ella."

Joseph Ratzinger



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