domingo, 27 de mayo de 2012

Ratzinger - El fuego del Espíritu Santo




"El fuego quema y transforma. La fe es una lengua de fuego que nos quema, nos funde y transforma para que cada vez tenga más vigencia el hecho de que soy yo, pero ya no más yo [cfr. Gál 2,20]. Por supuesto, quien se encuentre hoy en día con el cristiano promedio tendrá que preguntarse dónde ha quedado la lengua de fuego. Lamentablemente, lo que sale de las lenguas cristianas es a menudo cualquier cosa menos fuego. Sabe más bien a agua estancada, apenas tibia, ni caliente ni fría. Ni nosotros queremos quemarnos ni quemar a otros, pero de ese modo nos mantenemos lejos del Espíritu Santo, y la fe cristiana decae al nivel de una cosmovisión de fabricación propia que procura en lo posible no dañar nada de nuestras comodidades y que se reserva la acritud de la protesta para los casos en que ésta apenas puede perturbarnos en nuestras costumbres. Por supuesto, si eludimos el fuego ardiente del Espíritu Santo, la condición de cristianos sólo se hará cómoda a primera vista. La comodidad del individuo es la incomodidad del conjunto. Cuando no nos exponemos más al fuego de Dios, las fricciones entre nosotros se vuelven insoportables y, como lo expresara Basilio, la Iglesia se ve desgarrada por el griterío de las facciones. Sólo cuando no tenemos la lengua de fuego ni el viento huracanado que trae consigo, la Iglesia se torna icono del Espíritu Santo. Y sólo entonces abre el mundo a la luz de Dios. La Iglesia comenzó cuando los discípulos se reunieron unánimes en el Cenáculo para orar. Así comienza siempre de nuevo. Implorando en oración el Espíritu Santo, tenemos que llamarla cada día de nuevo a la existencia."

Joseph Ratzinger



No hay comentarios: